Que el Evangelio y la vida cristiana vuelvan a florecer con fuerza en el corazón de tantos hombres y mujeres de nuestra tierra.
Que aprendamos a obedecer más plenamente al Espíritu Santo, para poder discernir lo que Tú nos estás pidiendo en este momento de nuestra historia, buscando en todo tu gloria y el bien de la Iglesia y de todos los hombres.
Que aumente en nosotros el deseo sincero de no conformarnos con una vida cristiana y franciscana mediocre y acomodada.
Que seamos instrumentos de paz y de concordia, de justicia y perdón en nuestros ambientes.
Y que tu Iglesia no se quede huérfana de pastores, ministros y consagrados que prediquen la Palabra, celebren la Eucaristía y anuncien con su vida pobre, casta y obediente los bienes definitivos. Amén.