Oración a los Beatos de nuestra iglesia
y convento
Beatos
Alfonso, Miguel, Modesto, Dionisio, Francisco y Pedro, mártires de Cristo,
franciscanos de vida sencilla y humilde, testigos de la fuerza misteriosa de la
cruz en nuestros días, hoy pedimos vuestra valiosa intercesión ante Dios
todopoderoso:
Que
el Evangelio y la vida cristiana vuelvan a florecer con fuerza en el corazón de
los hombres y mujeres de esta tierra.
Que
reconozcamos el mal del pecado y el arduo y precioso camino de la penitencia.
Ayudadnos a vencer las tentaciones del Enemigo y las estructuras perversas que
nos oprimen y que experimentemos la liberación eterna de Cristo Rey.
Que
nuestras familias sean lugar de comunión y cenáculo de oración, auténticas
escuelas del Evangelio y pequeñas iglesias domésticas. Que nunca más haya en
las familias episodios de violencia, de cerrazón y división; que quien haya
sido herido o escandalizado sea pronto consolado y curado.
Que
aprendamos a obedecer más plenamente al Espíritu Santo, buscando en todo la gloria
de Jesucristo, el bien de la Iglesia y de todos los hombres.
Que
aumente en nosotros el deseo sincero de no conformarnos con una vida cristiana mediocre
y acomodada.
Que
seamos instrumentos de paz y de concordia, de justicia y perdón en todas partes.
Que
vivamos el amor a la Eucaristía, a la Inmaculada y a los pobres que vosotros
nos habéis enseñado con vuestro ejemplo.
Queridos
beatos: reavivad en la conciencia de los gobernantes la urgencia de la paz en
las naciones y entre los pueblos; infundid en los jóvenes la lozanía de la vida
cristiana, capaz de contrastar las insidias de las múltiples culturas de
muerte. A los ofendidos por cualquier tipo de maldad alcanzadles la alegría de
saber perdonar. Que todos los crucificados por el sufrimiento, el hambre y la
guerra,
encuentren siempre nuestra generosa solidaridad: abridles las puertas de la esperanza.
encuentren siempre nuestra generosa solidaridad: abridles las puertas de la esperanza.
Y
que la Iglesia no se quede huérfana de pastores, ministros y consagrados que
prediquen la Palabra, celebren la Eucaristía y anuncien con su vida pobre,
casta y obediente los bienes definitivos.
Y que todo sea para en alabanza y gloria de la Santa Trinidad, Padre,
Hijo y Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.